Señores ya si es verdad que nos fuñimos.
He venido observando en los últimos años que nuestra cultura está cada vez mas desubicada. Los dominicanos imitamos tanto que estoy en creer que en cualquier momento no sabremos si somos asiáticos, norteamericanos, o europeos.
Esta vez quiero referirme al festival de nombre que le ponemos a nuestros hijos.. Creo ya justo que enviemos a nuestros padres y abuelos a estudiar ingles, francés, árabe y cualquier otro idioma raro que no sea el español. Esto por lo menos para poder pronunciar los nombres de las nuevas generaciones.
No se si este fenómeno obedece al gran intercambio cultural, a una anexión a otro país de cultura diferente o la falta de educación, la cual tiene como producto final la ignorancia y el atraso socio-cultural.
Generalmente los nombres y los apellidos provienen de algún significado bíblico, zodiacal o religioso. Esto aplicado siempre en función del idioma o cultura de los países en cuestión. Es extremadamente aislado que en un país de cultura árabe le pongan de nombre a una niña Teresa o Carmen, o en china a un niño José.
Todas las reglas se rompen cuando analizamos el caso de los nombres en la patria de Duarte. Aquí ya no es de extrañarnos de los nombres que les ponemos a nuestros niños. Para los padres es un orgullo que su bebé lleve como nombre Brayan, Steven, Steffanie, Michelle, Jenniffer, Abizahid, Zahdier, Angie, hamed, Michael, Randoll, Nicoll, Deyvi, Franchesca, u otros nombres que surgen de la combinación de varios de miembros de la familia.
El choque de sazón se produce con los apellidos, los cuales se mantienen hasta el momento inalterable. Figúrese usted un niño que se llame Paul Steven Rodríguez Perez.
Lo bonito de esto es que en un 99% de los casos los padres no saben el significado de los nombres, 90% del resto de la familia no saben escribirlos o pronunciarlos. Ni hablar de las dificultades a consecuencia de los errores en la escritura e interpretación de dichos nombres en las escuelas y otras instituciones públicas o privadas.
Todo lo contrario ocurre con nuestros colonizadores españoles. Ellos mantienen su cultura lo mas integra posible sin importar donde vivan ni su nivel económico. El orgullo de ellos es que sus niños lleven como nombres: José, Luis, Pedro, Juan, María, Ana, lucia, Antonio, julio, Andrés, manolo, Carlos, Arturo, Diego, máximo, esperanza, Eduardo etc.
Al Cesar lo que es del Cesar!
En el caso de los haitianos, con quienes compartimos la isla y gran parte de nuestros orígenes genéticos, históricos y culturales. Nuestros vecinos mantienen su cultura prácticamente inalterable aun cuando se marchan a otros países.
Vale destacar que esta locura de los nombres se refleja más en los extractos sociales y económicos mas bajos de república dominicana.
La tendencia en nuestro caso es que se vaya fomentando y propagando a las próximas generaciones este enganche cultural.
Nos vemos en una próxima entrega.